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Desde el principio de los tiempos, una de las grandes preguntas que el ser humano se ha hecho como especie es “¿qué ocurre después de morir?”. La existencia es un camino con final asegurado, y nuestra especie nos escapa de ese destino, a veces prematuro, en otras ocasiones tardío, pero siempre indefectible. La única certeza que tenemos todos es que vamos a acabar muriendo, nuestro cuerpo quedará inánime y, como se suele decir, el polvo volverá al polvo, porque eso somos y en eso nos convertiremos. La muerte ha sido uno de los temas que más ha obsesionado al ser humano, creando ritos en torno a ella desde hace miles de años, y siendo también capital para el entendimiento de las religiones y las creencias en algo más. Ya sean seres superiores o estados diferentes de la existencia, todos los seres humanos hemos creído en algo más allá de esta vida en el planeta. Tal vez porque lo necesitamos.

Hemos mirado al cielo en busca de respuestas, y hemos generado, a través de los siglos, infinitas creencias que hablan precisamente sobre lo que hay más allá, sobre cómo alcanzar la vida eterna no en este plano, sino en el siguiente. Seamos o no religiosos, esas ideas están ya tan imbuidas en nuestra conciencia social y cultural que es imposible despegarse del todo de ellas. Creer que, después de la muerte en este planeta habrá una continuación de nuestra vida, de la forma que sea, nos reconforta para afrontar nuestro final cuando llega la hora, o incluso para no estar pensando en todo momento en ese final. Sin embargo, ni siquiera hoy en día, con toda la tecnología que poseemos, hemos logrado conocer qué hay más allá de ese velo de la muerte. Lo más que nos hemos acercado es a través de las llamadas ECM, Experiencias Cercanas a la Muerte, que son un interesantísimo tema para entender qué es lo que ocurre cuando estamos a punto de fallecer.

Qué es una ECM

Las Experiencias Cercanas a la Muerte son percepciones que las personas que han estado a punto de morir han tenido durante ese momento crucial. Todo aquello que veían, escuchaban y sentían, luego lo podían transmitir, como si fuera una experiencia absolutamente real. Las ECM ocurren muy a menudo, en muchas de esas personas que sufren una muerte clínica pero logran recuperarse minutos después, o aquellas que están al borde del fallecimiento pero se estabilizan en el último momento. En las últimas décadas, gracias a las mejores en las técnicas de reanimación, han sido muchas más las personas que han “vuelto” después de estar unos instantes sin vida, y han podido exponer todo lo que han visto, lo que han experimentado, una información que sin duda podría ser valiosa para entender mucho mejor qué ocurre cuando morimos.

Qué se siente al estar muerto

Es una de las grandes preguntas que todos los sabios se han hecho alguna vez, pero a día de hoy la respuesta sigue siendo bastante subjetiva. Cada persona tiene una forma de afrontar esa muerte, aunque sea por unos segundos. Se calcula que aproximadamente 1 de cada 5 pacientes que son reanimados después de su muerte clínica tienen una Experiencia Cercana a la Muerte. Esta puede variar mucho dependiendo del contexto social, cultural y religioso de esa persona, pero hay muchos factores comunes. El verse a sí mismas flotando en el aire, más allá del cuerpo, o el famoso túnel de luz a través del cual deben pasar para llegar al otro lado, donde es habitual que se encuentren con familiares y amigos ya fallecidos, e incluso con una figura de autoridad, según sus creencias, que le evaluará y en última instancia le dirá que todavía no es su momento.

El más allá

Debemos ser conscientes de que estas experiencias, como todo lo que nos ocurre en la vida (y en la muerte, podríamos añadir) será desarrollada y entendida por nuestra mente de una manera muy subjetiva, según nuestras creencias, nuestros valores. Una ECM no es igual para un budista que para un cristiano, aunque puede haber nexos comunes. De esta forma, la experiencia queda marcada por nuestro origen, incluso cuando no seamos demasiado creyentes. La percepción que tenemos del Más Allá en el mundo occidental, por ejemplo, está arraigada en la tradición cristiana y ha ido forjándose durante siglos en el ideario colectivo. Las almas buenas van al cielo, las malas al infierno, y luego está el Purgatorio. La mayoría de nosotros conoce estos lugares, los ha visto en películas, libros, cuadros, y tiene una idea clara de su representación.

Es por eso que, al sufrir una experiencia cercana a la muerte, tal vez nuestra mente nos prepare para “viajar” directamente a esos lugares, porque es la única información que tenemos de un momento así. La representación del Más Allá varía según nuestra percepción personal, y se han dado casos muy curiosos, en los que el Más Allá es un lugar de la Tierra, uno de los favoritos de la persona que fallece, por estar arraigado a ese sitio, a ese lugar seguro. La seguridad de que haya otro plano de existencia más allá del que estamos viviendo ahora mismo es incierta, pero la mayoría de personas que han pasado por este tipo de experiencias aseguran que sí que hay algo más, aunque no pueden definirlo exactamente.

Testigos de experiencias cercanas a la muerte

En las últimas décadas, las ECM han crecido de forma abrumadora, no solo por la mejora en las técnicas de reanimación, que han podido “devolver” a muchas personas a la vida tras algunos minutos de muerte clínica, sino también por la propia popularidad que ha alcanzado tanto el término como su descripción. Quien más quien menos ha podido entender lo que es una ECM a través de libros, películas o series de televisión que han tratado el tema, y nos han mostrado una de esas ECM, llena de clichés probablemente, que de todas formas nos ha marcado por completo. No sabemos qué ocurre después de morir, pero esas personas han estado allí y están contando esto. Al menos se les da el beneficio de la duda.

La ciencia, sin embargo, trata de explicar de forma lógica y alejándose de lo espiritual lo que es una ECM. Para la mayoría de expertos, se trataría tan solo de una alucinación terminal producida por nuestro cerebro, algo así como un sueño potenciado. El famoso túnel de luz, por ejemplo, se explicaría por la pérdida de sangre del nervio óptico, que produce esa luz blanca cegadora. Al dejar de llegar oxígeno al cerebro, este órgano empezaría a funcionar mal y provocaría esas alucinaciones en forma de voces, de imágenes, incluso de recuerdos, como si nuestra vida estuviaera pasando por delante de nuestros ojos… Es una explicación fisiológica y científica que choca frontalmente con la mayoría de creencias religiosas, pero que puede ser una explicación tan buena como otra cualquiera para este fenómeno.